miércoles, 24 de junio de 2009

LA CLASE, EL RETRATO DE LA DECADENCIA DEL SER HUMANO

FICHA TÉCNICA
Título: La clase.
Título original: Entre les murs.
Dirección: Laurent Cantet.
País: Francia.
Año: 2008.
Reparto: François Bégaudeau, Nassim Amrabt, Laura Baquela, Cherif Bounaïdja Rachedi, Juliette Demaille, Dalla Doucoure, Arthur Fogel, Damien Gomes
Guión: François Bégaudeau.
Fotografía: Pierre Milon.
Distribuidora: Golem Distribución
Productora: Centre National de la Cinématographie (CNC), Canal+, France 2 Cinéma, Haut et Court, Memento Films Production

LAURENT CANTET, SIMPLEMENTE MOSTRAR

Laurent Cantet, es un director de origen francés. La clase es su quinto largometraje por el que ha obtenido la Palma de Oro de Cannes. A éste le han precedido otros títulos como Hacia el sur (2005); El empleo del tiempo (2001), por el que obtuvo el León de Oro en el Festival de Venecia; Recursos humanos (1999) y Les Sanguinaires (1997). Durante su estancia en un instituto de la periferia de París, donde trabajaba impartiendo un taller de arte dramático, Cantet conoció al que es el protagonista y guionista del film, François Bégaudeau, quien ha sido músico, periodista, crítico de cine en Cahiers du Cinéma y novelista y también profesor. De su labor como docente surgió su novela Entre les murs, que cosechó un enorme éxito en 2006.

Como podemos comprobar, al estilo de Carlos Sorín en Historias Mínimas, Laurent Cantet, ha contado en su reparto con innumerables actores no profesionales. François Bégaudeau, por ejemplo, se interpreta a sí mismo en el papel de François, profesor de lengua francesa. Asímismo, el director también se ha valido de la espontaneidad y naturalidad de los adolescentes que interpretan a los alumnos de François. Los chicos resultan creíbles y se intentan evitar los estereotipos. Como él mismo cuenta: “Los alumnos nunca leyeron el guión. Curiosamente, cuando improvisaban situaciones descritas por nosotros, encontraban espontáneamente expresiones y palabras que aparecen en el libro de François, como si hubiera un arquetipo de la lengua y de las inquietudes de los chicos”.

En el film, François es un profesor de lengua francesa en un instituto de los suburbios de París. A lo largo del curso se tiene que enfrentar a adolescentes conflictivos que no aceptan sus métodos de enseñanza. Sus principales oponentes son Esmeralda, Souleymane y Khoumba a los que se enfrenta mediante el diálogo con el fin de modificar su actitud y mala conducta. El profesor intenta instaurar una relación igualitaria con los alumnos, pero finalmente se ve obligado a someterse al sistema.

LA DESOLADORA IMAGEN DE LA EDUCACIÓN

En La clase, no hay un argumento, no existe una trama que gire alrededor de un acontecimiento. Con este film, lo que el director intenta es mostrar lo que ocurre “entre los muros” de un colegio de un suburbio francés. No hay acusaciones a alumnos, padres o profesores, simplemente se realiza un retrato social de la escuela actual. Mediante la técnica del documental, un estilo de narración sin barroquismos ni estridencias, se relata el desarrollo de una clase de lengua francesa durante un curso escolar. Los chavales retratados por Laurent Cantet son insolentes, maleducados, no tienen respeto ni por los profesores ni por sus compañeros, son violentos y agresivos y responden con insultos cuando se sienten indefensos. Nada más alejado de la realidad. Este film ultrarrealista muestra simplemente lo que en nuestros días es una clase a todos aquellos que no tienen la oportunidad de comprobarlo con sus propios ojos.

Lo que era una clase hace años, ya no lo es ni por asomo. La multiculturalidad es una de las novedades: chinos, marroquíes, africanos y europeos conviven o interactuan en el mismo aula día tras día. Sin embargo, este cambio no es de los más significativos. Independientemente de su raza, los alumnos de hoy ya no son los de antes, les falta disciplina y educación y no tienen ni el mínimo interés por aprender. En este contexto hostil, los profesores luchan por hacerse escuchar, por intentar enseñarles algo que les haga salir de esa incultura en la que felizmente están inmersos. Los adolescentes defienden sus derechos y no creen tener ningún deber, en cambio, sí exigen a los profesores aquello de lo que ellos mismos carecen: la educación.

En el film hay un episodio violento que traerá como consecuencia la expulsión de un alumno. Ante situaciones como ésta los profesores se sienten impotentes, y no ven otra solución que castigar a aquel que comete la falta a lo que tanto se negaba François, pero que finalmente tiene que acatar. Pero si reflexionamos ¿es esto realmente una solución? o ¿deberíamos buscar la raíz del problema? Para un alumno de 15 años, la raíz está ya demasiado profunda. Por esta razón, Laurent Cantet no intenta buscar un remedio, simplemente nos muestra lo que hay: impotentes soluciones locales a inabarcables problemas globales.

UNA ESCENA REALISTA

La película está rodada en tono realista, para ello esta película adquiere el formato de docudrama, encontramos recursos como la cámara al hombro, iluminación artificial casi imperceptible y un zoom que se acerca y se aleja en el mismo plano. Todo ello, unido a la ausencia de música o banda sonora, provoca en nosotros la sensación de que el film ha sido grabado sin indicaciones, ni marcas. Parece que la cámara ha recogido el desarrollo cotidiano de una clase en una escuela de los suburbios de París, sin artificio ni guión. Como ya hemos mencionado anteriormente, este estilo y la creación de este ambiente también ha sido propiciada por el hecho de contar con actores no profesionales.

domingo, 21 de junio de 2009

HISTORIAS MÍNIMAS, LA CARRETERA DE LA VIDA

FICHA TÉCNICA
Título: Historias Mínimas
Dirección: Carlos Sorín.
Países: Argentina y España.
Año: 2002.
Duración: 92 min.
Interpretación: Javier Lombardo (Roberto), Antonio Benedictis (Don Justo), Javiera Bravo (María), Laura Vagnoni (Estela), Mariela Díaz (Amiga de María), Julia Solomonoff (Julia), Anibal Maldonado (Don Fermín), Magín César García (Cesar García), María Rosa Cianferoni (Ana), Carlos Monteros (Losa).
Guión: Pablo Solarz.
Producción: Martín Bardi.
Música: Nicolás Sorín.
Fotografía: Hugo Colace.
Montaje: Mohamed Rajid.
Dirección artística: Margarita Jusid.

CARLOS SORÍN, EN BUSCA DE LA NATURALIDAD

Carlos Sorín proveniente del campo de la publicidad, no es un autor pródigo ni con una larga trayectoria en el largometraje. Sin embargo, ha demostrado ser uno de los más interesantes directores del cine argentino. Su ópera prima, La película del rey (1986) llamó la atención por su originalidad, creatividad y proyecciones metafóricas consiguiendo hacerse con el León de Plata en Venecia y un Goya como Mejor Película Extranjera, entre otras menciones. Su segunda película Una eterna sonrisa de New Jersey (1989), es para él una frustración personal, por lo que siempre se negó a estrenarla en Argentina. En 2002, tras trece años dedicado exclusivamente al cine publicitario, vuelve con Historias mínimas, un proyecto levantado sin grandes expectativas, costeado inicialmente por el propio Sorín y de planteamiento modesto, pero que ha cosechado destacados galardones: en 2002 el Premio Especial del Jurado en San Sebastián, y en 2004 nominada al Goya a la Mejor Película Extranjera de Habla Hispana.
Además del presupuesto, una de las diferencias que tiene esta película con respecto a producciones argentinas contemporáneas como Nueve reinas (2000), El mismo amor, la misma lluvia (1999), El hijo de la novia (2000) es que, su acción se desarrolla lejos del agitado entorno urbano, buscando la sencillez en la trama, el detalle de los silencios y las miradas y captar lo intangible que llena los vacíos.

El desangelado, y al mismo tiempo bello, paisaje de las llanuras de la Patagonia argentina, lugar predilecto del autor, es el escenario donde se desarrolla esta película. Una inevitable road movie tal y como afirma el director: “Es difícil filmar en la Patagonia sin terminar haciendo una road-movie. Las distancias y los viajes ocupan una buena parte de los proyectos y deseos de sus habitantes. Por eso Historias mínimas es una road-movie”. Se trata de un film, en el que confluyen los viajes y las historias de personajes sencillos y reales que buscan una ilusión.

De esta manera, Carlos Sorín construye su particular homenaje a la novela En el camino, de Jack Kerouac y a la película París, Texas de Wim Wenders, añadiendo así su pequeña aportación al fascinante mundo de los relatos de carretera.

El film es pura vida, sin cortapisas ni añadiduras. Ésa es su gran baza, su gran secreto, la razón por la que conecta de forma especial con el público. Para lograr esto, se tomó la decisión de trabajar con actores en su mayoría no profesionales, rodando con extrema flexibilidad, incluso sin guión en ocasiones, aprovechando su espontaneidad y frescura. Es más, el guión –excelente trabajo de Pablo Solarz- fue terminado en función de los actores elegidos, y muchas escenas fueron filmadas en tomas únicas. Así, por ejemplo el hombre que interpreta a Don Justo, Antonio Benedictis, es un mecánico jubilado de Montevideo, Javiera Bravo, una docente de música de Santiago del Estero es María en el film y el panadero y la mujer que fabrica tortas en su casa hacen de sí mismos. Junto a ellos, la directora de cine Julia Solomonoff se estrena ante las cámaras en el papel de Julia. Cuenta con sólo dos actores profesionales, uno de ellos es Javier Lombardo, quien ha rodado El descanso y cortos publicitarios.

Con respecto a este tema, el director afirma que desde hacía tiempo venía gestando la idea de hacer un film con actores no profesionales. “Hace unos años recibí el encargo de filmar un anuncio para una compañía telefónica en un pueblo de la estepa patagónica, al cual llegaba por primera vez el teléfono. Cuando llegué, percibí que la gran excitación que había entre sus 150 habitantes, no se debía tanto a la filmación, sino al teléfono. En ese momento me di cuenta de que no tenía sentido filmar una representación de algo que tenía en la realidad delante de mí. Así que dejé a los actores en un hotel y rodé con los verdaderos pobladores. Una vez terminado, el anuncio transmitía algo verdadero, algo auténtico; totalmente ajeno al mundo de la publicidad y la televisión. A partir de ahí tuve permanentemente la idea de afrontar la realización de un film de ficción con no actores”.

En la producción musical, Carlos Sorín ha contado con la ayuda de su hijo, el compositor Nicolás Sorín. Éste ha sido el primer trabajo de los tres que ha realizado para su padre, ya que ha intervenido en Bombón, El Perro, en 2004 y El camino de San Diego, en 2006.

TRES PEQUEÑAS HISTORIAS Y UNA GRAN PELÍCULA

A miles de kilómetros al sur de Buenos Aires, por las solitarias rutas de la Patagonia Austral, tres personajes, tres historias mínimas, viajan esperanzados persiguiendo una ilusión a la que se agarran para alejarse de la monotonía y la soledad. Don Justo es un anciano que vive con su hijo y su familia. Una noche se escapa de casa para lanzarse a la carretera en busca de su perro Malacara, perdido hace años y que alguien dice haberlo visto en San Julián. Roberto, un vendedor de mediana edad, hace la misma ruta en su coche. Lleva una tarta para el cumpleaños del hijo de una joven viuda a la que pretende conquistar. Ese mismo día, María Flores, seleccionada para un programa de televisión viaja con su hija recién nacida por la misma carretera. Cada uno viaja por su cuenta camino de San Julián para ver realizado su sueño pero sus destinos se cruzarán en un momento u otro.

Además del viaje físico que realizan los tres personajes se nos muestra también el viaje interior en el que se embarca cada uno. Todos van buscando algo material pero también pretenden conseguir algo espiritual: la felicidad o como mínimo sentirse mejor con ellos mismos.
En el caso de Don Justo, a medida que avanza en la búsqueda de su perro, nos damos cuenta de que más allá de este objetivo, lo importante para él es cerrar ciertos capítulos aún pendientes en su vida y poder enfrentar en paz a la muerte, cuando le llegue. Su aventura nos trae a la memoria otro recorrido humano y moral, pero esta vez por tierras americanas, plasmado por David Lynch en Una historia verdadera.

LA REPRESENTACIÓN DE LA REALIDAD

A través de sus personajes, Sorín orienta su objetivo hacia los valores humanos perdurables: la comprensión, la solidaridad, la ingenuidad, la ilusión o la felicidad, en un país y en un momento en que podrían parecer una utopía.

En Historias Mínimas, para resaltar la grandeza del hombre, Sorín además de dar cabida a los valores que hacen que los humanos sean considerados como tales, nos da una lección de vida mediante el contraste entre personajes y escenarios. En la Patagonia, un lugar desértico donde el clima castiga sin piedad y la hierba no crece, viven unos habitantes generosos, humildes y con una calidad humana que hoy día hasta resultan utópicas. Son personas que en un entorno hostil, luchan con todo lo que tienen para salir de esa situación. Sus armas no son más que la fuerza, la bondad, el amor al prójimo, la ilusión y los deseos de superación. Algo de lo que carecemos muchos de nosotros, que nos dejamos llevar por el pesimismo y abandonamos sin apenas luchar por nuestros sueños.

VER LA ESCENA

Aunque Sorín llega del mundo de la publicidad, tan tendente al engaño, la ficción, la trampa, y el cartón-piedra, su narración es austera y simple pero al mismo tiempo efectiva, donde la cámara cumple con su función de captar la realidad tal y como es, sin artificio ni barroquismos. A ello también contribuye la espléndida fotografía de Hugo Colace.

La película se rodó con dos cámaras super 16 mm. montadas en steadycam, que permitían reaccionar rápidamente a todo lo que pudiera pasar, ya que se grabó a los actores con pocas indicaciones y sin marcas. Cada toma era única e imprevisible.

sábado, 20 de junio de 2009

EL SUR, EL ITINERARIO DE LA MEMORIA

FICHA TÉCNICA
TÍTULO ORIGINAL El Sur
AÑO 1983
DURACIÓN 93 min.
GÉNERO: Drama.
PAÍS España
DIRECTOR Víctor Erice
GUIÓN Víctor Erice (Basado en un relato de Adelaida García Morales)
BANDA SONORA: Maurice Ravel (Cuarteto de cuerda en fa mayor), Franz Schubert (Quinteto en do mayor), Enrique Granados (Danzas españolas), "La puerta del sagrario", "Yo tengo dentro de mí", "En er mundo", "La cumparsita".
FOTOGRAFÍA: José Luis Alcaine.
REPARTO: Omero Antonutti, Sonsoles Aranguren, Icíar Bollaín, Lola Cardona, Rafaela Aparicio, Germanine Montero, Aurora Clement, María Caro, Francisco Merino, José Vivo.

PRODUCTORA: Coproducción España-Francia; Elías Querejeta P.C. / Chloe Productions.

VICTOR ERICE

Victor Erice es considerado uno de los mejores directores de la historia del cine español. A pesar de su larga carrera profesional, cuarenta años dedicado al cine, únicamente ha dirigido tres largometrajes y ha participado en tres películas conjuntas o proyectos experimentales. La personalidad de este director o su concepción del cine alejado de la comercialidad se perfilan, junto a otras causas, como las razones que hacen que su filmografía sea tan breve.

En 1969 debuta como director en el largometraje conjunto Los Desafíos, donde dirige uno de los tres episodios que se incluyen en la película. Los otros dos están dirigidos por José Luis Egea y Claudio Guerín. En 1973 es cuando aparece su primer largometraje El espíritu de la colmena, que produjo un enorme impacto en el panorama cinematográfico español y cosechó un importante éxito de crítica y público.

Diez años después, en 1983 Erice regresa con el largometraje El Sur, basado en el relato del mismo nombre de su compañera sentimental Adelaida García Morales. En esta obra se recuperan las obsesiones y motivos de El espíritu de la colmena: la posguerra, la niñez, la pérdida de la inocencia y el triángulo amoroso.

A pesar de haber obtenido numerosos premios y reconocimientos, el director considera que la película aún permanece inacabada. Problemas de financiación interrumpieron el plan de rodaje antes de lo previsto y sólo se montó la primera parte del guión, lo que hoy es El Sur. El productor Elías Querejeta se comprometió con el director a rodar la segunda, sin embargo, tras la participación en Cannes y el éxito de su estreno en España, Querejeta se desdijo argumentando que “dentro de ese guión había en realidad dos películas distintas, y que la que ahora existe es una obra coherente y acabada". A pesar de lo que dijera, Erice nunca estuvo de acuerdo con esta decisión, ya que siempre consideró de vital importancia rodar la parte en que Estella regresa al sur para conocer sus orígenes. En palabras del director: “las imágenes de la película desprenden la necesidad de que el relato estuviese completo”.
Aunque hubo discrepancias entre productor y director, la película recibió el Premio de la crítica de Burdeos en 1984 y obtuvo el galardón a la mejor película en los Premios ASECAN y en los FILM-HISTORIA 1983.

Además de la gran calidad de la película, que es indudable, no podemos olvidar el nivel interpretativo de los actores. Actuaciones como las de Omero Antonutti y Rafaela Aparicio son dignas de admiración. Esta película es la que da a conocer en España al italiano Antonutti. Interpreta a Agustín, el padre de familia, un personaje complejo y lleno de altibajos, pero que logra representar a la perfección. Sus gestos, palabras y silencios están perfectamente ajustados a la personalidad de este hombre misterioso, solitario y marcado por un pasado que no es posible recuperar.

Rafaela Aparicio es Milagros, el ama de cría de Agustín, y cuya aparición en la película supone una explosión de alegría y naturalidad que rompe los silencios que inundan el film. Supone un soplo de aire fresco en este nostálgico film. Tal vez, es la mejor representación del desconocido Sur para Estrella.

Estrella, la protagonista, la que nos va destapando la personalidad de Agustín, está interpretada por las niñas Sonsoles Aranguren a la edad de ocho años y por Icíar Bollaín a los quince. De esta forma, inició Icíar Bollaín su andadura en el mundo del cine, que más tarde la llevaría a dirigir películas tan destacadas como Flores de otro mundo, Te doy mis ojos o Mataharis.

La película, narrada en primera persona por la protagonista ya adulta, se trata de una indagación psicológica en la memoria. Estrella va relatando las vivencias de su infancia que más le marcaron y la mayoría de ellas están relacionadas con la figura de su padre. Un hombre propenso a la soledad y la reclusión que esconde un enorme dolor. La niña descubrirá poco a poco que la principal causa de su angustia es una mujer, Irene Ríos, el amor que dejó en el Sur.

VIVIR DE LOS RECUERDOS

El Sur es una historia que llega al alma, tal vez por la delicadeza y a la vez profundidad con la que Erice es capaz de narrarnos este relato mediante imágenes. Ambientada en la España de la posguerra, se nos presenta a través de los recuerdos de una niña, el sentimiento de desarraigo, la soledad, la incomunicación, el dolor contenido, en definitiva la pesadumbre del ser humano ante la incertidumbre de haber escogido el camino correcto. La tristeza por el amor perdido y que dejó en el sur, es algo que atormenta al padre de familia (Omero Antonutti) y a la vez preocupa a su hija (Icíar Bollaín) que busca incansable una explicación. La relación entre padre e hija y los secretos que guardan son el motor de este film.

La película comienza con la imagen del dormitorio de Estrella al amanecer. Mientras su madre, Julia, busca a su padre, Agustín; ella descubre bajo su almohada el péndulo que su progenitor le enseñó a manejar. En ese instante, la niña se da cuenta de que nunca más volverá a verlo. “Al ver el péndulo debajo de mi almohada, sentí que esa vez sería diferente, él ya nunca volvería a casa”.
A partir de este momento, se inicia un extenso flash-back que abarca casi toda la película. Estrella recuerda su infancia: cómo su padre poseía las habilidades del zahorí, cuando escuchó a su madre hablarle por primera vez del sur y de la guerra civil, cómo fueron desvelados algunos misterios gracias a la visita de su abuela y Milagros, cómo pasó el día más feliz de su infancia bailando con su padre en la fiesta de la primera comunión, cómo supo que su padre tenía una amante y cómo fue desapareciendo la fascinación que sentía por su padre, del que cada vez se aleja más irremediablemente.

Hacia la mitad del film, una elipsis de diez años nos sitúa en la adolescencia de Estrella: aparece su novio el Carioco, las últimas palabras que intercambió con su padre en el mismo hotel en que años antes había celebrado su primera comunión; y finalmente, el suicidio.

A pocos minutos del final, Estrella cae enferma y, para su recuperación su madre decide enviarla al Sur. En el último plano del film aparece Estrella haciendo su maleta. A pesar de que la película consigue entenderse a la perfección, nos deja con la miel en los labios y con ganas de ver ese viaje que la protagonista tanto ansiaba realizar.

LA RELACIÓN ENTRE PADRE E HIJA: ESTRELLA Y AGUSTÍN

Al igual que en El espíritu de la colmena, en El Sur Erice expresa su obsesión por la figura del padre, en este caso es un médico, con poderes psíquicos (zahorí), y también por la figura de los hijos (en este caso hija).

En esta película el director ofrece una nueva interpretación al complejo de Electra. Se nos presenta una indagación casi incestuosa, la que hace Estrella sobre su padre. Erice se sitúa en el punto de vista de la hija poniendo de relieve el gran misterio que es un padre para un hijo.

El pasodoble que Agustín y ella bailan emotivamente el día de su primera comunión no se repetirá años más tarde cuando ambos se reencuentren en el mismo Gran Hotel. Mientras comparten almuerzo, vuelve a sonar esta canción en el salón contiguo, pero ellos ya no son los mismos. Estrella descubre en ese momento que su fascinación hacia él se ha desvanecido ya. De esta manera, ella renuncia definitivamente a su infancia y al mito fantástico que la había poseído años antes. Por eso es capaz de dejar a su padre allí, solo, confinado en su locura, intuyendo que será la última vez que lo vea. “Lo dejé allí, sentado junto a la ventana, escuchando aquel viejo pasodoble, solo, abandonado a su suerte. ¿Pude hacer por él más de lo que en ese momento hice? Es lo que siempre me he preguntado, porque ésa fue la última vez que hablé con él”.

UN PADRE ATORMENTADO

Agustín es un hombre que no se encuentra a sí mismo. Vive de los recuerdos de su juventud, de lo que vivió en el Sur y esto no le deja avanzar. De carácter reservado y muy introvertido, parece que se pasa la mayor parte del día pensando. Está como ido, el pasado lo ha atrapado y ya no puede salir de él. Algo que simboliza que el padre se siente perdido es la casa donde viven. Estrella dice que La Gaviota se encuentra en un territorio que no se sabe exactamente a que ciudad pertenece, es tierra de nadie, donde él se siente: en ninguna parte.

La niña descubrirá que es una mujer la causa principal de la angustia de su padre: Irene Ríos, el nombre que Agustín escribía en papeles escondidos. Se trata de una actriz de películas de Serie B que un día aparece en las carteleras del cine de esa ciudad del norte donde ellos viven. Irene Ríos evoca el Sur, la tierra que Agustín tuvo que abandonar debido a diferencias ideológicas con su padre y a una profunda frustración amorosa.

Fracasada la relación con su hija, que ya no lo admira y con Irene Ríos, de quien recibe una respuesta insensible a su carta. Agustín se suicida con un tiro de escopeta.

EL SUR, UN LUGAR AL QUE REGRESAR
“Los orígenes de mi padre siempre fueron para mí un auténtico misterio”. Estrella en El sur.

El Sur es un tema tratado en la literatura por numerosos autores y todos ellos se refieren a él del mismo modo: como un lugar que te atrapa, un paraíso terrenal.

Jorge Luís Borges en su relato El Sur, proponía una idea fundamental: "el Sur no es un lugar geográfico, ni un púlpito ideológico, ni una realidad religiosa, es una unidad metafísica a la que es imposible volver."

Juan Ramón Jiménez en una carta a Manuel Navarro Luna también habla del sur. Y lo hace así: “Los sures del mundo, tan parecidos todos, me roban la vida mejor. Me gusta vivir en el centro para soñar en el sur, en el suroeste, sobre todo si tiene debajo mucho mar solitario, como este Caribe, y una isla más siempre. Porque mi destino me trajo a esta vida en el suroeste cuya puesta de sol enciende cada día a América”. Juan Ramón Jiménez, La Habana, 15/01/1938.

Centrándonos en la película de Erice, ¿a qué se refiere el director con el Sur? ¿Qué misterio contiene en sí mismo? ¿Qué es lo nos arrastra hacia él? Quizá sea el Sur la historia secreta de Agustín, o el itinerario emprendido por Estrella hacia el mañana, o esa bocanada de aire puro que trae Milagros. No se nos explica en ningún momento, el autor deja libertad de interpretación al espectador. Él mismo afirma: “Que ese sur, ya mitificado en la imaginación infantil de Estrella, haya quedado, definitivamente, fuera de nuestra percepción primaria es una travesura del más revoltoso azar. Y es, también una convocatoria al pensamiento libre del espectador, una invitación a la recreación privada”.

Sin embargo, si se hubiera rodado el final previsto por Erice, se habrían resuelto todas las dudas. En su estancia en el Sur, Estrella descubría que su padre había se había enamorado de una mujer que no era su madre; y que también tenía un hijo fruto de esa relación, al que ella, cuando decide volver al Norte, regala el péndulo. Su experiencia en el Sur la hace madurar: cuando sube al tren que la llevará de nuevo a casa, ya es capaz de entender lo que su padre escondía y que lo llevó a la desesperación y al suicidio. Gracias a un libro que le regala su hermano Islas del sur, de R. L. Stevenson, comprende que el secreto de su padre no era sólo una relación amorosa, para Agustín el Sur era el paraíso perdido (amor, juventud, libertad, la República): un lugar utópico al que jamás podría regresar.

Islas del sur fue el primer relato de viajes que leyó Erice. En él se dice que “hay en el mundo unas islas que ejercen sobre los viajeros una irresistible y misteriosa fascinación. Pocos son los hombres que las abandonan después de haberlas conocido; la mayoría dejan que sus cabellos se vuelvan blancos en los mismos lugares donde desembarcaron; hasta el día de su muerte, a la sombra de las palmeras, bajo los vientos alisios, algunos acarician el sueño de un regreso al país natal que jamás cumplirán. Esas islas son las Islas del Sur. Cuentan que en ellas estuvo en tiempos el Paraíso”. R. L. Stevenson.

VER LA ESCENA

Lo que convierte a El Sur en una obra importante no es su contenido narrativo, sino la forma en que está narrada.

Erice es un cineasta impresionista, preocupado por despertar emociones sensoriales en el espectador. Esta emoción la transmite gracias a la luz, a las lentas transiciones: encadenados y fundidos que como un constante abrir y cerrar de ojos, dejan entran las luces y las sombras. Una cuidada banda sonora hecha de silencios, medias palabras o ruidos en off y la relación de los planos que crea sintaxis peculiar hacen que esta película no pase desapercibida cautivando al público.

La película está narrada en primera persona, la voz en off que escuchamos es la de Estrella. Este recurso, que tan desafortunados resultados ha tenido en otras películas, resulta muy acertado para conducir el relato transmitiendo al espectador los pensamientos y sentimientos de Estrella. Además del off en la voz también se usa en el espacio, ya que Erice se vale del fuera de cámara para dejar constancia de una discusión entre Julia y Agustín.

Toda la película se encuentra impregnada de un halo poético logrado a través de la forma intimista y tranquila que tiene de rodar Víctor Erice, centrado en la observación de los pequeños detalles. A ello también contribuye la minuciosa y hermosa fotografía de José Luis Alcaine.

Aquí podéis ver una de las mejores escenas de la película