lunes, 9 de marzo de 2009

Roberto Rossellini, un hombre y una gran figura


Mi padre tiene cien años es el título del cortometraje, dirigido por Guy Maddin, que escribió y protagonizó Isabella Rossellini en 2006.

Este corto en blanco y negro, es un homenaje de Isabella, hija de Roberto Rossellini e Ingrid Bergman, a la figura de su padre. Un intento por mantener vivo su recuerdo, pero sobre todo un intento por rescatar de la memoria la forma de hacer cine que llevó a la práctica su progenitor. Además de este corto, para conmemorar el centenario del nacimiento de su padre Isabella ha escrito un libro titulado: In the name of the father, the daughter, and the Holy Ghosts (En el nombre del padre, de la hija y de los espíritus santos).

Podríamos decir que este film de 15 minutos se aúnan dos vertientes importantes en la vida de un cineasta y ante todo de una persona. Por una parte, la relacionada con el cine, su forma e historia y por otra, la de los sentimientos de Isabella.

En la primera vertiente, Isabella hace que paulatinamente vayan desfilando por la pantalla grandes iconos del cine, que de un modo u otro han estado relacionados con el cine de su padre y con su vida. De esta manera, aparecen Alfred Hitchcock, Chaplin, Fellini, Selznick y hasta Ingrid Bergman, todos interpretados por ella misma. Criticado por unos y defendido por otros, Roberto Rosellini es sin lugar a dudas el padre del Neorrealismo italiano y uno de los pioneros en crear una determinada estética cinematográfica. A través de las voces de estos personajes, su hija da cuenta de muchas de las críticas y elogios a las que ha sido sometida su forma de hacer cine. Continuando en esta misma vertiente formal, el amor de hija sale a relucir en ciertos momentos, por ejemplo cuando reivindica el estilo de su padre ordenando a la cámara que no se mueva, que mantenga un plano fijo como habría querido el director.

En la vertiente emocional, que se va alternando con la otra a lo largo de todo el film, Isabella comienza comparando a su padre con una inmensa tripa: “suave, grande, caliente y acogedora” bajo la cual se cobija y se siente protegida y a salvo. La metáfora hiperbólica llega a su punto más alto cuando afirma: “Papá, cuando era pequeña tenías una tripa tan grande que pensaba que estabas embarazado, además tú siempre te lamentabas de no haber podido amamantar a tus siete hijos”.

El documental describe la relación de Isabella con su padre, su forma de vivir y trabajar (“Mi padre lo hacía todo en la cama: comía, escribía, veía a los colaboradores (…) tomaba pastillas de glucosa (…) sólo pensaba y pensaba”) y la relación con su madre Ingrid Bergman, ésta última a través de una interesante conversación “con ella misma” en una pantalla de cine.

La intención, el contenido y lo que nos intenta hacer llegar Isabella sobre su padre y su cine es muy interesante y enriquecedor. Además el hecho de que sea ella la que interprete a todos los personajes que aparecen en escena es una táctica muy original y llamativa; pero, la metáfora y personificación de una gran tripa que es capaz de mantener una conversación es un recurso pobre y carente de toda belleza estética.



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